Hoy te quiero compartir un ejercicio para mejorar la puesta en escena de tu magia.
Es una práctica curiosa que se utiliza mucho en el teatro.
Es muy evidente lo cerca que está la magia del teatro y lo poco que ejercitamos nuestro lado más actoral y escénico.
Robert-Houdin ya decía que «Un mago es un actor en el papel de un gran mago».
¿De qué trata el juego?
Muy sencillo: el mago debe ser un buen generador de emociones, por lo tanto, debe conocerlas y saber contagiarlas.
Aquí van las 7 emociones básicas según el psicólogo Paul Ekman:
- La tristeza.
- La ira.
- La sorpresa.
- El miedo.
- El asco.
- El desprecio.
- La alegría.
Cada emoción contiene una serie de micro expresiones faciales que ayudan al otro a “ver” lo que estás sintiendo.
La mayor contribución de Ekman en el estudio de las emociones fue demostrar a través de estudios muy completos y muchas fotografías que el rostro de las emociones es universal y se refleja de forma muy similar en cualquier cultura y raza.
¿Qué emociones transmiten estas caras?
En la magia muchas veces queremos transmitir diferentes emociones según la rutina que estemos haciendo.
Por ejemplo…
- Si queremos hacer creer al espectador que no hemos adivinado su carta y queremos mostrar una cara de “tristeza”… ¿cómo lo hacemos?
- Si queremos generar misterio y un poco de miedo, ¿qué cara ponemos?
- Si lo que pretendemos es contagiar alegría, ¿qué expresión utilizamos?
- ¿Y la sorpresa?
Ahora imagina que tu presentación incluye una historia donde los personajes sienten enfado, desprecio o asco. ¿Cómo lo vas a transmitir más allá de las palabras?
Te pregunto:
¿De qué manera podemos mejorar nuestras expresiones faciales para que la actuación sea impactante?
Muy sencillo: entrenándolas.
- Te pones delante de un espejo.
- Miras la imagen que te dejo aquí abajo y eliges una emoción.
- Practica cada micro expresión de la cara.
- Repite, repite y repita.
Una vez que tengas controlado cada emoción, puedes jugar a viajar de una emoción a otra solo con la expresión de la cara.
Divertido es un rato.
Ya me dices.
Un abrazo,
Julio Ribera
